12º Rol: Encantada de conocerle...

"Me noto alterada... Tras 7 años, mi revisión semestral de espalda la hará otra persona. Tras un accidente, me veo en la obligación de descontracturarme cada seis meses y hasta ahora se encargaba de ello un gran y jubilado amigo.

—Buenas tardes señorita —me interrumpe una voz masculina—. ¿Tiene cita?

—La verdad es que sí —le respondo titubeante tras el hecho de que mis pensamientos no me permitieran darme cuenta de que había entrado en la clínica.

Tras identificarme, me invita a pasar a la sala de espera. No hay nadie, parece que me han dedicado la última cita del día. 

Pasan los minutos e intento distraer mi voz interior mientras consulto las redes en mi móvil. Hay algo que me pone nerviosa. No lo entiendo, puesto que todo está normal. La clínica es moderna, el chico de recepción agradable y estoy segura de que mi nuevo fisioterapeuta será excepcional.

—¿Srta. Molina? —levanto la cabeza y...—. Encantada de conocerle. El Dr. Cienfuegos me ha hablado de usted.

Es... una mujer. Me levanto lentamente mientras voy estirando perpleja mi brazo para saludarle.

— Soy la Dr. Jiménez. Siento haberla hecho esperar —continúa hablándome sin perder su sonrisa espectacular.

Su firme y delicado apretón de manos hace que mis sentidos despierten. Me siento tonta sin poder mediar palabra. Y con un gesto me invita a seguirla hasta la consulta.

Sinceramente, el hecho de que me toque la espalda una mujer o un hombre me da igual. Al fin y al cabo, de todos los fisios espero una profesionalidad exquisita. Pero hay algo en ella, en su mirada, en su aspecto que me erizaba la piel. El impacto que su estilo ha ocasionado en mí, aún me cuesta asimilarlo. Su pijama deja intuir sus curvas... Tiene que tener un cuerpazo. Pero además, tiene casi todo el pelo rapado, a excepción de la parte central de la cabeza, que mantiene una franja con los cabellos más largos, a un lado, por lo menos hasta la parte inferior de la oreja.

Recorremos el pasillo y se gira un instante para complacerme con una sonrisa. En este momento es cuando me termino de fijar en sus ojos: una mirada intensamente azul, en la que se puede contemplar la profundidad del océano, que me ha penetrado hasta el fondo de mi ser.

Llegamos a la consulta, muy acogedora por cierto: luz tenue, velas, huele genial... Punto a favor para la chica.

—Ahí puedes cambiarte. Tienes toallas para cubrirte. Puedes ir poniéndote boca abajo sobre la camilla que llego en dos minutos —me dice desde la puerta.

Y se va.

Me cambio lo más rápido que puedo y voy a la camilla. A la vez que me voy tumbando, voy acompañando la toalla para que mi culo quede cubierto. Respiro hondo y uff... a esperar.

Los dos minutos pasan muy lentos hasta que al fin escucho la puerta. Se acerca a mí sin mediar palabra y me toca.

El primer contacto de sus manos en mi espalda me provoca un escalofrío con el que lucho con todas mis fuerzas para que no se me note. Sus manos tienen la temperatura ideal, esa sensación no ha sido por frío. Parece que el roce de nuestras pieles ha creado una chispa que espero haber notado solo yo.

Tras varios minutos lubricando con aceite, palpando mi espalda y las contracturas existentes, empieza a masajearme para quitarlas.

—Siento hacerte daño. Parece que sigue siendo necesaria esta revisión semestral. Puedes seguir haciéndola aquí si quieres.

—No te preocupes por el dolor. Estoy acostumbrada —prefiero no contestarle a lo de si sigo viniendo aquí después de hoy.

Sus fuertes manos provocaban en mí una mezcla de solor y placer. Sin duda, sabe lo que hace. Tiene un control total de su cuerpo, para que, reflejado en sus dedos, pueda llevar a cabo el trabajo con una eficacia exquisita, lo que hizo que me fuera relajando.

—Parece que no estás tan tensa como antes... —le interrumpen unas llamadas a la puerta.

Se aleja de mí y según intuyo, es el chico de la entrada hablando sobre la hora y algo más sobre las citas de la siguiente semana...

—... Hasta el lunes y que descanses. Cierra con llave por favor —dice mi fisioterapeuta a la vez que el chico cierra la puerta.

Parece que nos quedamos solas y no sé por qué, pero eso me pone nerviosa.

—Vamos por la mitad de la sesión, espero que estés a gusto. —y sin dejarme responder continúa hablando mientras incorpora más aceite—. La verdad es que quería dejarte para última hora. El Dr. Cienfuegos me pasó tu ficha y quería conocerte bien. Así que espero que a partir de ahora quieras contar conmigo para las revisiones.

Conocerme bien... Eso ha sonado jodidamente apetecible.

—Me gusta tu piel... —no me puedo creer que me diga esto. —Es la primera vez en tantos años de profesión que le digo esto a un paciente...

No me lo puedo creer. ¿Acaso ella también ha notado la electricidad que hay al mirarnos? ¿La ha sentido al tocarme?

Estoy muda e inmóvil. Pero, desgraciadamente hay un gesto que no he podido reprimir: he apretado el puño entre las sábanas de la camilla al escuchar lo que me ha dicho y eso puede que lo haya visto. Además, ¿estoy mojada? ¿Cómo es posible?

Sigue masajeándome mientras me noto sudores fríos en la cara y continúo preguntándome el porqué de todo. Siempre he tenido relaciones con hombres, nunca me había sentido atraída por una mujer, ni siquiera en esos juegos tontos de adolescentes donde pruebas todo. Pero es que su voz, su forma de tratarme... Hay una parte andrógena que me tiene conquistada, al igual que su belleza me traspasa.

—Debo confesar que desde que vi la foto en tu ficha, he deseado conocerte. Eres preciosa... —Madre mía, esta chica hace que me quede sin respiración—. 

Es entonces cuando noto que sus manos bajan hacia mi curva lumbar mucho más pronunciadamente que en todo el masaje y siento el tacto de sus labios recorriéndome la columna a besos. No puedo evitar retorcerme. Parece que esta chica me gusta de verdad, tanto que tengo miedo de que sea un flechazo de los que todos hablan y yo siempre me he mantenido excéptica.

Parece que ha sentido que me he retorcido puesto que ahora los besos parten de mi cuello, justo detrás de mi oreja, y sus manos se encuentran ahora deslizándose por mis costados para acariciarme los pechos.

Así que, sin poder evitarlo, de repente me incorporo sobre la camilla y me doy la vuelta quedando boca arriba con un movimiento tan hábil que hasta me sorprendo. Tengo un codo apoyado en la camilla mientras que voy alzando el otro brazo para acariciarle la cara. Estoy tan impresionada de nosotras que me he olvidado de que estoy totalmente expuesta y desnuda. Nos miramos tan fijamente que casi no me doy cuenta de que se va acercando a mí, que cada vez está más cerca, y nos besamos.

Ambas tenemos cerrados los ojos mientras comenzamos a querernos con nuestros labios. La suavidad de nuestros besos se ve acompañada por la de las caricias que me hace por mi espalda. Hasta que, casi sin notarlo, la intensidad de esos besos aumenta a la par que se dispone a masajearme el pecho.

En ese momento quedo tan rendida ante ella que me dejo caer de espaldas en la camilla, sin poder evitar la tensión de cada músculo de mi cuerpo, lo que hace que eleve ligeramente la parte baja de la espalda, dejando apoyadas las caderas y los hombros solamente.

Ella aprovecha este movimiento para besarme uno de mis pezones mientras que con la mano derecha sigue amasando el otro pecho. No me puedo creer que aquí, en una clínica cualquiera, una sesión cualquiera, fuera a enfrentarme a una de las experiencias más emocionantes de mi vida y... ¡con una mujer!

La delicadeza con la que me trata compite con la forma algo masculina de sus movimientos. Es un ser tan especial e híbrido, que solo puedo dejarme llevar y que haga conmigo lo que le apetezca. Estoy tan perpleja como exhausta, que solo puedo responder al placer que me provoca mordiéndome el labio inferior.

Le agarro el pelo por la nuca y conduzco su cara hacia la mía. Entonces sube a la camilla a horcajadas a la altura de mis caderas y se incorpora hacia el techo mientras se deshace de la parte de arriba del pijama. Vuelve a encontrarse conmigo y con mis labios mientras noto como su vientre comienza a rozarse con el mío en unos movimientos sinuosos que provocan que me encienda más aún.

De nuevo se incorpora para agarrar el aceite, que vierte sobre mis tetas y ombligo y expande con las dos manos en una secuencia de caricias y pellizcos en los pezones. La sensación tan resbaladiza de rozar nuestros torsos, nuestros pechos... es increíblemente placentera.

Nuestra respiración es cada vez más acelerada y acompasada. Seguimos jugando sobre la camilla, sin parar de besarnos, tocarnos, mirarnos... todo con unas pausas que nos sirven para asimilar todo lo ocurrido.

Entonces lleva su mano hacia mi entrepierna y la toca. Se sorprende y me mira sonriéndo de lo mojada que me tiene y seguidamente baja de la camilla. Con movimientos hábiles y, tras ponerse en el borde inferior de la misma, me agarra de las cadera y tira de ellas hasta poner mi culo justo en el filo. Entonces abre mis piernas, las cuales he flexionado para apoyarme en ese mismo borde y comienza a comerme todo.

El placer que me provoca recorre mi cuerpo de arriba abajo hasta que me percato de algo que me ha hecho botar sobre la camilla: ¿un piercing en la lengua? La maestría con la que juega conmigo y con la que engancha su lengua en mi clítoris hace que experimente algo que nunca antes había vivido. Los escalofríos que provoca esa forma de lamerme y moverse por todo mi ser, esa combinación de intensidad y velocidad, hace que no pueda reprimir gemidos que concluyen en el orgasmo más impresionante de mi vida.

Al notarlo, detiene sus labios y me mira de forma pilla. Aunque no se la veo, interpreto una sonrisa golfa y triunfante al haber logrado que me corra. 

Quedo derrumbada en la camilla, con la respiración entrecortada y perpleja tras llegar al éxtasis. Lo que ocurre es que de repenten me invaden unas ganas de hacerla disfrutar tan fuertes que me incorporo y voy a por ella, tomándola de los brazos y tirándola sobre la camilla.

Distingo su expresión de sorpresa y esto hace que me centre más aún en mi trabajo. Tengo que recompensarle el orgasmo que me ha provocado.

Le abro las piernas e introduzco dos de mis dedos en su interior, mientras bajo poco a poco a besos desde sus costillas hasta su vientre. Me coloco de tal manera que pueda mover mis dedos dentro de ella mientras continúo bailando con mi lengua sobre su clítoris. Atisbo un "joder" salido de sus labios y me motiva a darle más intensamente. 

Continúo enganchada a su ser e himnotizada por las miradas que frecuentemente me dedica, entre que levanta y apoya la cabeza sobre la camilla respirando fuerte y retorciéndose de placer.

Es la primera vez que se lo como todo a una mujer. Cada movimiento que hago, aunque desconocido, es totalmente impulsivo e intento replicar la manera en la que ha jugado conmigo antes. Parece que acierto, porque cada vez noto que su pulso está más acelerado y comienza a gemir.

Provocar gemidos femeninos también es algo nuevo para mí pero es que, está tan rica... Su sabor es impresionante y activa cada zona de mi cuerpo para que se dediquen exclusivamente a complacerla.

Las frecuentes embestidas que realizo con mis dedos más el trabajo de mi lengua hacen que tras un gemido potente y seco, se corra. Entonces, al quedarme en su interior, noto como palpita alrededor de mis dedos mientras su humedad se hace cada vez más presente.

Ahora es cuando subo a la camilla y nos quedamos abrazadas, cansadas e impresionadas de habernos encontrado mutuamente y de qué manera...

No sé cómo acabará esto, pero sin duda he decidido que voy a venir a revisión cada seis meses a esta clínica..."

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