14º Rol: Brindaremos en el Valhalla

Respiré y cerré los ojos... Fui consciente una vez más de que podría vestir mi armadura por última vez.

Nelkestria ya me había anudado el pelo y fijaba las últimas correas para poder completar la ayuda de cámara que durante tantos años me había brindado.

Mi cabeza seguía sumergida en aquella batalla que tendría lugar ese día. No podía parar de revisar las estrategias acordadas, las miles de posibilidades de ser derrotada, de perder a mi pueblo, de sacrificar más y más vidas.

Los rus tenían todas las de ganar y yo lo sabía. Debía evitar lo inevitable, debía servir para afianzar un futuro digno de mi reino... y ese era el día. Habían puesto el precio más alto a mi cabeza, querían acabar conmigo a toda costa. Era la última mandataria que les quedaba por aplacar, éramos la última región que les quedaba por conquistar y es que lo habían intentado tantas veces... que no teníamos ni recursos ni guerreros para volver a hacerles frente.

―Mi señora, no debemos demorarnos ―me interrumpió Nelkestria besándome el hombro―. Su caballo ya está listo.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y es que ella había conseguido sacarme de mis pensamientos. Me quedé dando vueltas por un momento en todo lo que habíamos vivido, en que había dedicado su vida a servirme incondicionalmente y en que yo no tenía la menor idea de cómo devolverle todo lo que había hecho por mí, tanto en las batallas como en el día a día gestionando el reino.

················

Llegamos al valle donde debíamos enfrentarnos al enemigo y cuando el sol alcanzó el punto más alto del cielo, comenzamos a escuchar tambores.

Las tropas de los rus se hicieron ver enseguida. Eran un número considerablemente mayor al esperado pero también era lógico, ya que se habían hecho con el control de las otras regiones vikingas y sus jarls, a quienes consideraba hermanos y ahora luchaban en el bando contrario.

La batalla comenzó conmigo a la cabeza y respaldada por todos mis hombres y mujeres dispuestos a luchar por la causa. A lo lejos divisaba al emperador de los rus con una tenue sonrisa. Sabía que no teníamos nada que hacer y estaba dispuesto a masacrar a mi gente y destruir a mi pueblo.

Entonces, a pesar de la intensidad de la batalla y la frecuencia con la que decenas de contrarios intentaban acabar conmigo, me detuve un instante a mirar a mi alrededor. Me quedé paralizada... mi gente moría a un ritmo insoportable y yo lo veía despacio, con la capacidad de apreciar cada detalle, de divisar cada gota de sangre... Pensé en todos aquellas personas que aguardaban dentro de los muros con miedo e impacientes por conocer el resultado de la batalla. Pensé en todos esos niños que solo habían conocido la presión continua del enemigo, en aquellos que no encontrarían a sus padres al volver de la revuelta.

Sentí la necesidad de parar, de tomar una decisión. Pegué un grito de basta y tiré mi espada al suelo. Seguidamente me puse de rodillas y mi alrededor se detuvo. Dos hombres vinieron corriendo a aguantarme los brazos y asegurarse de que no me arrepentiría de ese movimiento. Entonces vi como el emperador enemigo se habría paso entre sus tropas hasta llegar a mí mientras los soldados más cercanos a su posición intimidaban a los míos con contundencia.

―Querida mía, nunca pensé que te vería así... ―dijo el emperador rus mientras bajaba de su caballo y se acercaba a mí―. Espero que este numerito no sea una de tus artimañas.

Yo no podía retirar la mirada del suelo. Sabía que era el fin y solo quería ejercer por última vez de reina, quería servir una vez más a mi pueblo.

―La verdad es que yo tampoco me había visto nunca así pero estoy segura que la ocasión lo merece ―repliqué con toda la calma que pude.

Cogí aire, volví a mirar a mi alrededor, divisé a Nelkestria y vi en sus ojos que ya se había percatado de mi destino, sabía lo que iba a decir, y no podía estar más destrozada.

―He aquí una sierva de mi pueblo, he aquí una reina dispuesta a entregar su vida a cambio de salvar a las gentes de mi reino. Estoy segura que podemos llegar a un acuerdo...

Sabía que la oferta que le estaba haciendo era la mejor salida, la mejor para todos menos para mí, pero merecía la pena.

Entonces se acercó más a mí y orientó sus oídos para que pudiera susurrarle mi propuesta.

―Sé que me tienes más ganas que a nadie, sé que morir de tus manos te ofrecerá una reputación indiscutible y nadie se atreverá de nuevo a enfrentarse a ti en estas tierras. Te suplico que no toques a mi gente, que puedas darles la oportunidad de seguir creciendo, que puedan disfrutar de su vida ―continué con mi exposición mientras él se relamía impaciente. 

»Se ha derramado mucha sangre, te ofrezco derramar la mía para acabar con todo esto. Espero que consideres esta opción porque os hemos hecho frente como nadie, buscando la paz que habíamos alcanzado tras años de guerra con nuestros hermanos y vosotros nos habéis intentado arrebatar. Me pongo absoluta e irremediablemente en tus manos...

Sin hacer ningún gesto durante varios segundos, el emperador borró la sonrisa de su cara tras escucharme.

―No puedo contigo, de verdad ―e incorporándose pasó a dirigirse a todos los presentes.

»La era de Odín ha terminado. Por fin pasaremos a gobernar estas tierras. La reina ha hablado y yo no puedo estar más feliz con estos acontecimientos tan inesperados. Tenemos un sacrificio a la vista...

»Os aseguro prosperidad y protección, no habrán más muertes, se respetarán las propiedades y oficios y todos tendréis la oportunidad de convertiros a la única creencia verdadera...

Fui consciente de que estaba observando a los míos a medida que el emperador hablaba. Unos cayeron de rodillas, otros lloraron y otros gritaron de desesperación. En ellos vi dolor pero también alivio. Tenía un puñal clavado en el pecho pero es que tenía claro que todo debía consumarse así.

Me detuve sin esperarlo en Nelkestria y sus ojos anularon por un instante el miedo a morir. En unas milésimas de segundo sentí paz, sentí amor y me encontré de nuevo con la compañía y soporte que había recibido prácticamente toda mi vida.

Aunque sin querer, hice un esfuerzo por salir de mis pensamientos y puse de nuevo la atención en el emperador.

―He de decir que este gesto la hace honorable. Que ha sido la piedra más dura de destruir en nuestro camino y que se merece todo mi respeto.

»Por eso, y sin que sirva de precedente, permitiremos que os preparéis para mañana. Podréis disfrutar de una última noche con ella en el salón del trono. Os lo habéis ganado y vuestra reina se merece la mejor despedida de todas.

»Al alba, acabaremos con su vida y por fin comenzará la era rus que tanto hemos deseado.

Los gritos de desesperación se incrementaron y me percaté de cientos de caras dispuestas a seguir luchando. En ese momento, los dos soldados que me aguantaban me pusieron bruscamente de pie y yo comencé a caminar entre empujones mientras intentaba consolar en silencio a mis soldados.

Me colocaron casi al frente de la comitiva improvisada que se había formado, solo detrás del emperador que había vuelto a montar en su caballo. Asimismo, toda una línea de enemigos me escoltaban y a continuación, estaban todos los míos, ya desarmados y agrupados.

Los dos soldados se acercaron una vez más y se deshicieron de mi armadura, quedando totalmente desprotegida. Un tercero vino a ajustarme unos grilletes en las muñecas haciendo que mis manos se apoyaran sobre mis muslos.

De esta forma, abandonamos el campo de batalla, lanzando una plegaria por los caídos y pisando por última vez la sangre de los míos.

················

El emperador cumplió con lo prometido y todo el pueblo se hizo eco del futuro que les aguardaba. Una vez en mi alcoba, pedí a mis allegados que avisaran a aquellos que consideré que debían estar presentes en esa noche. La guardia rus se dedicó a efectuar el mandamiento a la perfección y poco a poco fueron llegando todos los llamados. Una vez estaban dentro, la guardia enemiga se quedó fuera del salón custodiando que nadie saliera ni entrara.

Entonces decidí salir y acompañar a mis invitados. Me coloqué justo delante de mi trono a la vez que se hizo el silencio. Respiré y comencé a hablar.

―Queridos míos, hermanas y amigos, limpiad vuestras lágrimas y alegrad vuestros rostros. Porque hoy podremos honrar a nuestros caídos, hoy podremos celebrar con orgullo que no se rindieron y que murieron por su pueblo, por nosotros ―cogí aire y proseguí.

»Quiero pediros perdón por si pude hacer algo más de lo que hice. Alegraros por mí, porque he elegido hacer esto por vosotros. Se acabará la guerra, podréis prosperar, estaréis a salvo.

»Por mi parte, os acompañaré desde allá donde esté. Disfrutaré a vuestro lado y calmaré vuestro llanto. Bailaré con nuestros hermanos que dieron la vida por nosotros. ¿Qué plan puede haber mejor?

»Os necesito hoy. Necesito que comáis, bebáis y celebréis todo lo que podáis. Necesito llevaros conmigo sin estar inundados de tristeza. Necesito que esta noche nos olvidemos de todo. Ayudadme a cumplir mi último deseo. Brindemos juntos... Skol.

Y tras otro skol que sonó al unísono y más fuerte que nunca, la comida y bebida comenzó a fluir y la música no paró en toda la noche. 

Recibí a muchos para despedirme y brindar con ellos. Les agradecí a todos ellos la fidelidad incombustible que me habían dedicado. Gritamos, saltamos, nos besamos... se convirtió en una gran fiesta.

Durante algunos instantes, sentía un pellizco en el estómago... Había pedido a los míos que nos olvidáramos de lo malo pero yo no podía evitar pensar que era mi última noche con ellos. Nunca me aterrorizó el dolor pero lo cierto es que en ese momento sentí miedo, mucho miedo.

No me percaté que me había quedado observando a todos, sentada en el trono y bebiendo desde mi cuerno. Atendí las últimas reverencias de aquellos que habían aguantado durante horas esta noche y me quedé sola.

―No me puedo creer lo que has hecho... ―apareció Nelkestria entre la celosía―. No te mereces esto.

Y sin dudarlo me incorporé y fui en su búsqueda para abrazarle.

―La idea de que mañana... ―y le interrumpí sin dejarle continuar.

―Amor, me lo has dado todo siempre. Me has acompañado en todos los momentos, dulces y amargos. Esto solo es una página más en nuestra historia ―intenté calmarle―. Por favor, quiéreme durante una noche más y ámame por el resto de tus días si es tu deseo.

Nelkestria levantó la cabeza y me miró fijamente a los ojos. Se secó las lágrimas y me besó. No pude remediar responderle con intensidad. Sus labios me calmaron, ahora sí que comencé a olvidar lo que tenía que olvidar. El beso fue a más mientras que nos íbamos acariciando y acercando cada vez más.

De la mano, abandonamos el salón y pasamos a mi alcoba.

―Sirve hidromiel mientras que me ausento un instante ―me indicó mi amada y salió de la estancia.

Me despojé de mis botas, el tabardo y las calzonas y serví hidromiel en dos cuernos. En ese momento volvió Nelkestria, preciosa, con un camisón de seda de las indias. Se plantó justo delante de mí, muy cerca, y sin apartar la vista de mis ojos tomó el cuerno y bebió. Sentí mi piel erizarse y también bebí.

―Que la sangre que derrames en tu sacrificio sirva para saciarme durante mis días sin ti ―me susurró mientras cambió el semblante y comenzó a besarme de nuevo.

Me di cuenta que me había quitado el cuerno cuando mi espalda topó con uno de los muros de mi alcoba. Nelkestria comenzó a tomar el control y rasgó mi camisa desde el pecho, dejando ver parte de mi pecho. 

Sin dejar de besarme los labios y el cuello, llevó mis manos por encima de mi cabeza e hizo coincidir ambas muñecas de tal manera que quedé más expuesta aún a ella. Aguantando mis brazos en esa posición con una mano, utilizó la otra para comenzar a acariciarme las caderas, pegarme a ella mientras me besaba. No tenía escapatoria y no podría estar más feliz de ello.

Ella era la única capaz de someterme, a sus pies me había rendido una y todas las veces que me dijese. Podría hacer cualquier cosa por ella. Tantos años juntas, tantas emociones y tanta pasión derramada. Sin nuestros juegos no hubiera sido lo mismo, sin nuestra intensidad no hubiera sido tan especial y sin su amor incondicional simplemente no podría haber vivido.

Con la mano libre, comenzó a tomarme el cuello, apretándolo progresivamente entre sus dedos y haciendo que más partes de mi cuerpo reposaran en el muro. Con esa misma mano, llegó a la nuca y tiró de mi cabello levemente, lo justo para levantar mi cara hacia el techo y dejar espacio para que mi yugular quedase a su merced. Siguió besándome intercalando varios mordiscos picarones entre los besos.

Comencé a notar los primeros latidos en mi vientre, estaba muy muy caliente y deseaba cada milímetro de su piel. Respondí a cada beso que me permitió darle.

Se despegó un instante de mí y dejó de presionar mis manos contra la piedra, por lo que entendí que debía bajar los brazos y quedarme expectante a los movimientos siguientes.

Entonces se sentó en el borde de la cama y con el dedo indicó que me acercara. 

―De rodillas ―me ordenó una vez me planté justo delante de ella.

Hice lo que me pidió y me quedé embobada mirándola desde cada ángulo. Era preciosa y me gustaba tanto... No entendía como una mujer así podría haberme elegido a mí como compañera. Hoy estaba más empoderada que nunca y yo no podría desearla más que nunca tampoco.

Entonces, levantó su camisón desde abajo y fue dejando al descubierto sus piernas, hasta que llegó a la cintura y dejó reposar la tela sobre ella. A continuación, tomó de nuevo mi pelo desde la nuca y en un gesto decidido hizo que mis labios se toparan con ella. Ella estiró sus brazos hacia atrás y levantó la cabeza, dispuesta a simplemente disfrutar de todos los besos que le fui dando en su sexo, jugando con sus labios e introduciendo sutilmente mi lengua en su vagina.

Los primeros gemidos empezaron a escucharse, tímidos, como para no molestar a nadie aunque estuviéramos solas. Subí la intensidad de mis lamidos y oí como no conseguía reprimirse tanto. Ella cambió de posición y bajó su mirada hacía mí, fijándose bien en cada una de mis embestidas contra su entrepierna. Yo levanté los ojos para encontrarme con los suyos sin parar de hacer lo que estaba haciendo.

Entonces noté las pulsaciones dentro de ella y supe que se había dejado llevar.

Tras unos instantes en los que se repuso, se levantó y pasó a incorporarme a mí también. No me dio tiempo a limpiarme los labios del todo de sus fluidos cuando me despojó de la camisa y quedé desnuda ante ella. Nelkestria también se quitó su camisón y pasó a tirarme sobre la cama empujándome por los hombros.

Mi piel tomó contacto con las pieles que descansaban sobre la superficie. No pude evitar disfrutar de su tacto, agarrándolas y retorciéndome de placer mientras que ella se abalanzaba sobre mí. Comenzó medio incorporada a besarme muy fuerte, aguantando mi cara entre sus dos manos. 

Solo la veía a ella, veía como sus rastas anudadas iban reposando desde sus hombros a su pecho, ocultándole parte del busto. 

Me percaté que cada vez nos rozábamos más y más, no podían despegarnos, y sentí la humedad que fluía de su vientre mientras que comenzamos a sudar cada vez más fruto de la intensidad del momento.

―No te olvidaré nunca ―fue capaz de decirme entre besos y besos―. Serás la única dueña de mi corazón ―y sus ojos se inundaron de lágrimas.

Justo después me dio un último beso muy marcado a la vez que comenzó a jugar con mis senos. Uno lo acariciaba con una mano mientras que se dirigía al otro agarrando el pezón con los dedos e intercalando juegos con su lengua.

Esta vez me retorcía de placer sobre la cama, levantando sin poder evitarlo mi espalda, provocando una curva pronunciada que me impedía tocar las pieles entre mi cuello y mis caderas. Continuó bajando hasta mi vientre y comenzó a jugar con él. Acompañó con sus manos a mis piernas provocando que éstas se abrieran más y bajando después a mis muslos, acariciándolos sabiendo que no habría un mañana.

Prosiguió con lo que estaba haciendo mientras que seguía alternando acariciar mi pecho con mis caderas y piernas. Yo seguía retorciéndome pudiendo pensar únicamente en lo que me hacía sentir, volcándome absolutamente en ella y en nada más.

Entonces me permití tomar la iniciativa y agarrarla para que subiera a besar mi boca de nuevo a la vez que giramos sobre nosotras y quedamos una al lado de la otra. Mientras nuestras lenguas seguían entrelazándose, ambas bajamos con una de nuestras manos al vientre de la otra y comenzamos a acariciarnos. Notaba como conseguíamos vislumbrar el éxtasis, como intuíamos que ya estábamos cerca del más intenso placer porque nos movíamos más y más al unísono y surgían cada vez gemidos más fuertes.

Y entonces...

...nos dejamos llevar juntas por última vez...

... y en su regazo, me quedé dormida mientras recibía miles de besos en la frente y sentía sus lágrimas mojar mi rostro. Estaba cansada y estaba satisfecha, así que la noche pasó muy despacio, lo que provocó que pudiera descansar profundamente y soñar con Nelkestria y con todo lo vivido con ella a lo largo de mis días.

················

Ahora estoy aquí, de rodillas y con dos cabos tirándome de los brazos hacia arriba y a la vez hacia cada lado, entreteniendo mi mente con estos últimos recuerdos, disfrutando de los últimos deseos.
Aún así, miro a mi alrededor e intento brindar todas las sonrisas que puedo a mi gente, orgullosa de ellos, mientras el emperador se dirige a todo el mundo pronunciando palabras en las que ni me merece la pena detenerme.

De repente, me percato de un silencio aterrador y la presencia del emperador en mi espalda. Raja mi túnica utilizando su daga y se dispone a despejar los hombros de la misma. Quedo expuesta a todo el mundo aunque mi postura ayuda a que aún tenga cubierto el busto.

Intuyendo que se acerca la hora, una vez más mis ojos desean encontrarse con los de Nelkestria pero no consigo hacerlo. ¿Dónde está? ¿Acaso no soporta presenciar mi muerte? Sea como sea, necesito verla por última vez así que vuelvo a cerrar los ojos para imaginarla, para soñar con ella y para que la paz que me proporciona me inunde y ayude a soportar el dolor de mi final.

Entonces, escucho desenvainar una espada que me hace tomar aire y mantenerlo por última vez mientras una amalgama de gritos y sollozos comienzan a repartirse entre los presentes.

Ha llegado mi hora, estoy preparada. Querida mía, brindaremos en el Valhalla.

Y vi sus ojos... y todo se volvió oscuro...

Comentarios