En Alta Mar. Segunda parte.



Ya ha pasado una semana y media desde que empecé a ver a mi marido como un amante en potencia. Mi cabeza guarda muchos recuerdos morbosos y fantasiosos que hemos hecho reales, y ya era hora después de esos aburridos revolcones típicos de chimpancés en celo…, ya sabéis, el aburrido “perrito”, el “misionero”, la cama, etc. ¿Es que acaso no hay más  mundo? Pero vamos, ahora es todo lo contrario, ya no estoy con esa cara de faltarme el mítico All Bram con fibra para poder ir al baño. 

Me encuentro tomando el sol, como de costumbre, cuando mi esposo me llama. Me levanto con pereza y me dirijo hacia la parte de atrás.

-¿Qué pasa? –Dije mientras el sol encandilaba mis ojos verdes.

-¿Ves aquello?... Es como un barco abandonado y destruido por una tormenta. –Me preguntó con seguridad. 

Cojo los prismáticos y me dispongo a mirar por ellos. Aquello era devastador. Las velas totalmente destruidas, madera rota por el suelo, puertas y ventanas que se abrían con el viento, ausencia de cualquier ser viviente etc. Al ver todo aquello sentí un sentimiento de miedo y tristeza a la vez. Pobre gente. ¿Habría niños? ¡No por dios!...dije en mi cabeza al instante al pensar en mis hijos.

-Sí, todo está destruido. –Dije con cara de pánico.

-Voy a ir para ver si hay supervivientes, y ver que ha pasado allí. –Dijo con valentía.

-No, cariño, quédate aquí conmigo. ¿Y si se está hundiendo? –Me aterrorizó.

-Tranquila. –Me dijo continuado de un beso.

En décimas de segundo, desató la cuerda de la pequeña barca para emergencias. Yo tapándome la boca con las manos, aguardé en su espera, mientras miraba por aquellos prismáticos de última generación. En aproximadamente cinco minutos, llegó al gran barco. El barco era gigantesco y tenía pinta de caro, aunque antiguo. Tenía la madera desgastada, y parecía que su color era azul, también tenía un pequeño símbolo egipcio al lado del nombre de Kleopatra.

Tras casi una hora de espera y harta de esperar, tuve ganas de coger el otro bote e ir allí. Cuando me dirigí a desatar las cuerdas vi que la barquita de mi marido volvía. Entonces, y después de un salto para saludarle, vi dos figuras en el bote… ¡en que maldita hora! Era otro hombre y por lo que parecía, no estaba herido. A pesar de las apariencias, fui a coger el maletín de supervivencia. 

-¿Cariño? –Grita.

-Ya, ¿Está herido? –Pregunte ignorante de mí.

-No, está bien. Solo necesita descansar… ¿Está preparada la habitación?

-Déjale que responda él, pero si, está preparada. –Dije con asombro después de ver que el tío no está nada mal.

Me dirijo a la habitación para ver que hacen. Extraña, veo a mi esposo cerrando la puerta de su habitación con llave y escondiendosela en el bolsillo del viejo vaquero de trabajo.

-¿Qué haces? –Pregunté mientras quise quitarle las llaves.

-Deja, no me fio de él.

-¿Y eso por qué? 

-Tiene algo raro…, no dejó que mirase por el barco. –Me dijo con cara de incertidumbre.

-Cariño, acaba de salir de un barco que se hunde. Además, que sabrá Dios lo que le habrá pasado. Solo tendrá miedo. No exageres y sácale de ahí.

-No, por lo menos no antes de que lo averigüe todo. Iré de nuevo al barco, y tú, no abrirás la puerta bajo ningún concepto. Estaré pronto de vuelta mi amor.

-No, por favor, no vayas solo. –Dije arrogándole.

Mis arrogancias no sirvieron para nada, él siguió con su cabezonería de ir al barco. Yo no pude otra cosa que esperar. Viendo la hora, me puse a hacer la comida para tres. Esta vez haría algo de ensalada y pollo…, estaba harta de pescado. Mientras quitaba las hojas secas de la lechuga y ponía aceite a la plancha, oí una llamada de socorro. Era el muchacho que al parecer necesitaba algo, y yo no podría ayudarle.


-Lo siento no puedo ayudarte chico. –Le dije con pena.


-Por favor, necesito ir al baño. Me llamo Gustavo de Alba y estoy mareado, por favor, déjame ir al baño.


-Espere a que mi esposo vuelva, aguante.


-¿Quieres que vomite aquí dentro señora? Prometo no hacerle daño –Dijo con desparpajo.


-No le tengo miedo. Aguarde un segundo y voy a por las llaves.

Continuará...
                                                                                                                                                    Sr. Steve.
 

Comentarios

Publicar un comentario