En Alta Mar. Primera parte.



Tengo 3 hijos trillizos, un marido que desaparece durante meses, una casa que se me hace grande y fría por las noches, un trabajo de fotógrafa que no me da frutos, y además no me da vergüenza de admitir que voy al psicólogo a causa una depresión que roza el nivel cuatro. Tomo tres pastillas diarias para poder dormir, relajarme, y no ponerme a romper más jarrones de cerámica para controlar mis impulsos.
Creo que necesito un cambio en mi vida, sentirme deseada por mi marido… yo le amo, pero quiero que él me lo demuestre. No puedo negar que a veces he sentido en mi corazón un impulso frío de dejarlo todo y largarme de este país e irme a una playa y tomarme Margaritas mientras tomo el sol. Claro está que no podría hacerlo. Jamás dejaría a mis niños solos, pero no puedo más. Mi psicóloga dice que hable con mi marido y que le proponga irnos a esa playa juntos…cosa que no me desagrada. 



¿No he mencionado el trabajo de mi marido, no? Pues es capitán de un crucero, el cuál recorre todo el Mediterráneo para que familias adineradas disfruten de vacaciones. Mientras, yo, me muero del asco en casa.


Ayer me dio la sorpresa de poder irnos mañana a hacer nuestro pequeño crucero con el velero de mi suegro. Por fin me da lo que necesito, unas vacaciones durante dos meses. Mi mejor amiga se ha ofrecido para cuidar a los niños mientras yo me recupero.

Ahora mismo me encuentro en la habitación matrimonial preparándolo todo para mañana poder salir temprano. Tras terminar me dirijo hacia la planta baja e ir a la cocina para hacer la cena. Mi sorpresa es que tras una luz tupida, suave, delicada y púrpura, se encuentra mi marido sentado en una mesa con la cena preparada y vino francés para acompañar.



-Hola mi amor, siéntate. –Me dice susurrando después de darme un beso y ayudarme con la silla.



-No vayas a la cocina. Lo he dejado todo “patas arriba” cocinando para mi vida. –Me dice con una sonrisa.



-¿Eso es el Ticket del chino de la calle Mendozar? –Continué con otra sonrisa y un guiño. Tras cenar, tomarme la medicina y ponerme mi blusón favorito, nos fuimos a dormir. 


A la mañana siguiente nos dirigimos al muelle de Santa Fe y allí embarcamos en ese pequeño velero blanco y precioso llamado “Mi pequeña estrella”. 



Pasada la primera semana, me sentía más liberada y a gusto conmigo misma y con él. Estaba morena y muy contenta. Mi día a día es tomar el son con mi bikini de rallas azules y blancas mientras escucho “River Flow In You” de fondo, pescar con mi esposo, hacer el amor y bañarme en el mar. 


Son alrededor de las nueve de la noche y tras cenar me baño en el mar. Un foco suave me alumbra mientras mi marido me observa y me toca la guitarra. Le tiro la parte de arriba del bikini, que se le queda sobre puesto en la punta de la guitarra. Sonríe y me mira, a lo que le correspondo con un guiño y un gesto sexy de llamada de atención. No me hace caso, asique le tiro la parte de abajo del bikini. Esta vez cae en su cabeza. Suelta la guitarra y se levanta. Se quita la ropa y se tira al agua de cabeza. Sonriendo me acerco a él, rodeo su cuello con mis brazos y le doy un beso apasionado. En brazos me lleva a la cama y totalmente mojados, seguimos besándonos. Se pone encima. Recorre todo mi cuerpo con besos y caricias. Hacemos el amor y nos quedamos profundamente dormidos.


A la mañana siguiente le despierto con un beso y el desayuno en la cama. Me dispongo a hacer el almuerzo, pescado asado y patatas al horno. De repente, escucho un ruido extraño, a lo que me asomo rápidamente para ver que es. Preocupada, le llamo a voces. Falsa alarma, solo era el viento que hacía que dos barras de hierro se golpeasen mutuamente. 


Más tarde saco mi maletín celeste de los “juguetitos”, me pongo el picardías negro y mis tacones de aguja rojos. Subo los tres escalones que me separan del exterior, y ahí está, sudando mientras pone las cuerdas para aguantar las velas. Me apoyo contra la pared que da a la cocina del barco. Se gira y me mira con una cara, que me recordaba a uno de los símbolos de sorpresa de Whatsapp. Me pongo recta y con un movimiento sexy ando hacia él. Me agacho y le desabrocho el pantalón vaquero. Le subo la camiseta y con un movimiento de lengua casi propio de actriz porno, le chupo los oblicuos. Se la saco y le hago un oral. Me levanto y le empujo con brusquedad contra la pared. Le cojo la cara y le “como” la boca. Sé que le estoy poniendo muy cachondo, y me encanta. Me sube a sus brazos y echándome el tanga hacia un lado, me penetra… Ummm, como me pones cariño. Después de un rato, me pone a cuatro patas sobre el suelo de madera y me tira del pelo. Tras varios orgasmos y varios te quiero, se la cojo. Le pajeo y le paso la lengua hasta que se “corre” en mi boca. 


-Eres tan sexy…Te amo. -Me dice.



-¿Nos duchamos juntitos? –Le propongo.



-Claro rubia. –Me responde. Eso de rubia no me lo dice desde la universidad.

Continuará...




                                                                                                                                                Sr. Steve

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