2ª Rol 1º Parte: La tenemos...

"Salgo rápidamente del coche. Cojo mis cosas del maletero y me dirijo corriendo a la comisaría mientras que me voy poniendo la chaqueta. Estoy nervioso, no sé qué me voy a encontrar, pero a la vez siento una gran curiosidad por saber toda la verdad.

Subo las escaleras y me dispongo a abrir la puerta. Al entrar veo como todos están revolucionados y vienen a mí nada más verme.

- Señor Comisario, la tenemos - me dice uno de los agentes con tono de incredulidad.

¿La tenemos? No doy crédito. Hasta que no la vea y hable con ella, seguiré sin creerlo. Tan pronto como puedo me abro paso por la multitud de compañeros que me avasallan y llego al ascensor. Ella ha estado hace poco en este lugar... ¿Cómo será? Inteligente sin duda, pero hace falta mucho más que eso para hacer las cosas que ha hecho. Tiene que ser una manipuladora innata, he de tener cuidado.

Las puertas del ascensor se abren en la tercera planta y salgo sin pararme ni un segundo. Recorro rápido el pasillo que lleva a la zona de los interrogatorios. Veo a siete u ocho compañeros pegados al cristal de una de las salas, mirando perplejos y con cara de tontos. Es entonces cuando uno de ellos se gira para hablarme.

- Aquí está, no hemos querido empezar sin usted, señor - le noto un tono nervioso.

- Señores - digo en voz alta - Yo llevaré a cabo este interrogatorio.

Entro en la sala, sin haber echado un previo vistazo a la sospechosa a través de cristal, y quedo impactado. La sangre se me empieza a helar a la vez que siento un calor sofocante. No me puede notar nervioso e intimidado. Me dispondré a hacer mi trabajo. Ella está sentada en una silla, con las piernas cruzadas y las manos apoyadas inocentemente en la mesa, esposadas. Su mirada intensa y penetrante me impone bastante. Lleva el pelo suelto, largo y viste una cazadora de cuero negro ajustada y vaqueros muy apretados. Es bellísima...

¡No! Basta ya, debo concentrarme. Me siento al otro lado de la mesa y abro el archivador con todos los documentos del caso. Ojeo el último informe, el que describe cómo la han pillado. Es impresionante, no la hemos podido atrapar hasta que ella no se ha dejado. Nos estaba esperando en una gasolinera, expuesta al público. Era imposible que no nos llegara la noticia de su localización. Ella sabía que la arrestaríamos. 

Empiezo con el interrogatorio y ella se limita a responder a cada una de mis preguntas. Está tranquila pero hay algo en sus ojos que me hechiza. Me confiesa cada uno de los crímenes que ha cometido, los cuenta con peros y señales, y yo, como no puede ser de otra manera, le informo de que irá al calabozo de comisaría hasta ser sentenciada. 

Mi mente no llega a abarcar la pena que le van a imputar a esta chica. Por un momento siento verdadera lástima, pero ella se lo ha buscado. Ambos nos levantamos y dos agentes se disponen a llevarla al calabozo cuando yo salgo de la sala de interrogatorios. Los demás agentes, que no habían perdido detalle de mi conversación con la criminal, me halagan y me abrazan llenos de alegría.

- ¡Vamos a celebrarlo, hemos pescado un pez gordo! - me dice uno de ellos y yo le correspondo con una sonrisa. 

En ese momento sale la chica de la sala, me mira fijamente y noto algún tipo de electricidad que va recorriendo cada parte de mi ser. Tengo que volver a hablar con ella, a solas.

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Ya es tarde, hemos estado todos felices, bebiendo champagne y celebrando nuestra captura. Hemos apartado de la calle a un ser verdaderamente peligroso. Las luces están apagadas y ya no queda casi nadie, sólo los agentes de guardia. Bajo las escaleras y me dirijo a los calabozos, hay un compañero vigilando este pasillo. Quiero hablar con ella así que le ordeno que abandone su puesto, que yo me encargo.

Contemplo una figura a través de los barrotes. Parece sorprendida de volver a verme.

- Buenas noches señorita - digo lo más educadamente que puedo - He tenido la necesidad de volver a verla.

- Buenas noches - murmura sin apartar la mirada de sus manos - ¿Qué le ha traído a mi humilde morada? - sigue inmóvil, sentada en el camastro que hay en frente de mi posición.

- ¿Me invita a entrar? - pregunto con intención simpática, para esfumar la tensión que se palpa entre nosotros.

- Usted me ha metido aquí, usted verá si quiere acompañarme en esta velada - objeta mientras que levanta la cabeza al fin.

Dejo el arma que guardo bajo mi chaqueta junto a ésta, fuera de la celda, y entro cerrando la puerta a mi paso. Nadie nos puede ver, por lo que debería de estar tranquilo. Me siento en una silla ubicada al otro lado del camastro. Es curioso, pero esta chica me atrae y hace que olvide lo peligrosa que es. Estoy perdido.

Nos quedamos observándonos durante un buen rato. Me ha dado tiempo a contemplar cada detalle de su físico que muestra. Es muy sexy y la deseo, la deseo tanto que me da miedo. De repente ella se levanta y, sin esperármelo, me arranca la camisa de un tirón.

- ¿Qué está haciendo? - le pregunto sobresaltado, no me puedo creer que ella me desee.

Se limita a llevar lentamente su dedo índice a los labios y los roza haciendo un gesto de silencio. Ahora pone las manos sobre mis hombros y me conduce con suavidad a sentarme de nuevo. Mi cuerpo le obedece de forma involuntaria y no soy capaz de controlarlo.

Una vez sentado, me coge con agilidad las muñecas y me las ata a la espalda con el cinturón del que previamente se ha despojado. Noto mi erección empujar el pantalón. Estoy dejando que una presa me ate, he quedado a su merced, pero me gusta. Esta chica me ha impactado realmente.

Entonces se sube abierta de piernas encima mía, rozando su vientre con mi pelvis, y empieza a comerme la boca despiadadamente. Con gran fuerza me sujeta la cabeza y la presiona contra sus labios, deliciosos e irresistibles. Ahora se agacha, abre mi cinturón y quita el botón de mi pantalón. Me los quita con gran ansia, acompañados de mis boxers. Se le escapa una media sonrisilla al contemplar mi miembro y empieza intensamente a chuparlo. No quepo en mí, estoy muy excitado y por si no fuera poco, me mira mientras que hace una felación perfecta.

- ¿Cómo puede un ser tan bello hacer tanto daño? - le digo con la respiración entrecortada.

Ella se para, me mira y me desata. ¿Por qué ha parado? Su mirada demoledora, su arqueo picante de una ceja y su sonrisa hacen que caiga a sus pies. Así, me abalanzo sobre su cuerpo y caemos en el camastro. No quiero quedarme sin probarla, no sabiendo que posiblemente sea su último polvo antes de entrar en la cárcel.

Le quito los botones de su camisa y la abro, sin quitar la chaqueta de cuero negro. Sus pechos me llevan al cielo, son extremadamente perfectos y el sujetador de encaje negro los mantiene alzados ligeramente. Sin dejar de besarnos, me dispongo a quitarle los pantalones. La tengo para mí, es mía. Soy su último hombre y eso crea una oscura satisfacción en mi mente. Es entonces cuando empiezo a embestirla suavemente. Sólo contemplo sus ojos que me miran con deseo, pero en el fondo noto una luz que se apaga poco a poco. Gime y me distrae de mis pensamientos.

Seguimos abrazados tiene sus manos en mi espalda, por debajo de la camisa y mantiene sus uñas clavadas en mi piel. Esto hace que me deje ir en un sin fin de sensaciones. Derrumbado sobre su cuerpo, noto en mi miembro las contracciones de su vientre. Ella también se ha dejado ir, ha sido magnífico.

Saciados de sexo, me quedo mirándola mientras que ella tiene sus ojos clavados en el vacío de la pared. No he hablado apenas con ella, no fuera del interrogatorio, pero sin embargo ha sido capaz de hechizarme sólo con su cuerpo. Bebo entonces del vaso de agua que yace en la mesa que está junto a la cama. Poco a poco dejo de ser consciente de donde estoy, sólo veo sus ojos y sus labios carnosos. Me está mirando con ternura, como si le hubiera hecho algún tipo de favor.

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- ¡Señor! ¿Se encuentra bien? - me despiertan de un sobresalto.

No puedo moverme, siento gran presión en las muñecas y tobillos y estoy amordazado. Abro los ojos y me deslumbra la intensa luz de unas linternas.

- ¡Se ha escapado! ¡Esa puta se ha escapado! - me gritan, no acabo de asimilar la gravedad del asunto - Y ha cortado el suministro de luz de la comisaría. No entendemos lo que ha pasado aquí. Mire lo que le ha hecho.

Me desatan y un gran odio interior me nace de las entrañas. No tengo ni la pistola ni el dinero y lo peor aún, yo se lo he facilitado. ¿Cómo sabía que iba a visitarla? ¿Cómo sabía que bebería del vaso? Algo tengo claro, encontraré a esa mujer. Le plantaré cara. Parecía tan inocente, parecía que me deseaba tanto...

Al vestirme noto un bulto en el pantalón. Es una nota sellada con carmín de labios y acompañada de un culotte, también de encaje negro"

Me dejé atrapar para que me poseyera. Hasta pronto...

Srta. Evenstar

Para leer la segunda parte pulsar aquí 

Comentarios

  1. holaaaaa!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
    impresionante este relato,y pensar q fuese al contrario...
    confieso: yo desee a un preso y el m respondio igual, m deseaba pero... se alejo porque vio a por mi se obsesionaba,y se aparto.
    no se donde estas mi vandido !

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