3º Rol: Aprendiendo a montar...

"Aparco junto al resto de vehículos situados en el descampado de tierra. Este sitio es enorme. Abro el asiento de mi moto para dejar el casco que me acabo de quitar y coger una bolsa con las cosas que necesitaré. En el folleto ponía que para la primera clase debería disponer del equipo requerido: unas botas de montar, pantalones ajustados o britches, un casco de protección y guantes. Lo único que me ha faltado para completar la lista es una fusta de iniciación, pero realmente no creo que me impidan dar la primera clase sólo porque no tenga fusta propia.

Abandono el descampado y me dirijo a la oficina del picadero. Hay un gran salón lleno de retratos ecuestres, premios y escarapelas colgados de la pared, una chimenea a la derecha, sofás y una gran mesa con sillas. Esta es una decoración ideal para un sitio como en el que me encuentro, está genial.
De repente veo como un hombre apuesto sale de una de las puertas que estaban cerradas anteriormente. Es impresionantemente guapo y espero que sea mi profesor.
- Buenos días, ¿en qué puedo ayudarla señorita? - me dice amablemente.
- Esto... Vengo para dar mi primera clase. Leí el folleto y os envié mis datos por fax. Me respondieron diciendo que hoy sería mi primer día.
- Bien, acompáñeme - murmura, y ambos entramos en la sala de la que él había salido.
Es un despacho, decorado con el mismo estilo que el salón. Él se sienta en la que, supongo, será su silla y yo me siento al otro lado del escritorio.
- Veamos - murmura mientras que abre una agenda - Aquí estás, apuntada para hoy sábado. Tienes suerte, mis profesores están de permiso así que yo te daré la clase.
Justo en ese momento entra un muchacho en la habitación.
- Señor, está todo listo. ¿Qué tarea hago ahora? - dice avergonzado al darse cuenta que le miro mientras que habla. Aparto la mirada.
- No te preocupes Juan, tu trabajo ha terminado por hoy. Vete a casa - dice mi supuesto profesor al que parece ser uno de los mozos de cuadra.
El tal Juan saca unas llaves del bolsillo y las cuelga en la pared, junto a otros manojos de llaves. Se despide cortésmente y sale de la habitación.
- Disculpe, ya estoy con usted. Como le decía, seré su profesor y, como ha podido comprobar, estaremos solos - dice con algo de picardía.
¡No! Yo sola con este hombre, tan apuesto, tan guapo y que, si no me falla la intuición, se me está mostrando algo seductor. No sé si he tenido suerte o todo lo contrario.
Nos dirigimos a las cuadras por un camino de piedra. Todo esto es precioso y está muy bien cuidado. Al entrar veo un largo pasillo con animales a los lados, hay muchos caballos aquí.
- Esta es Furia, será tu caballo para dar las clases - me dice mientras que nos paramos en el tercer box de la derecha y me señala a una impresionante yegua de capa negra.
Alzo mi mano a través de los barrotes y acaricio con nerviosa suavidad el cuello de este gran ejemplar.
- Salga, ahora volvemos. Vamos al guadarnés a coger la montura y el bocado. - dice sin parar de mirarme algo atónito - ¿Has traído todo lo que necesitas para montar?
- No todo - digo avergonzada - No he podido conseguir la fusta.
Espero que no me tenga que marchar a casa sin ninguna lección aprendida. Me quedo mirándole aguardando la respuesta.
- Interesante - me contesta - Eso podemos solucionarlo supongo, te prestaré una de las mías. Vamos.
Entramos en un cuarto situado al final de la cuadra. Mi mentor enciende la luz y contemplo gran cantidad y variedad de elementos ecuestres. Él se limita a coger una silla de montar de doma vaquera, un bocado de cuero marrón oscuro y me indica que coja una de las fustas colgadas de la pared. Uff, ya tengo la dichosa fusta.
Nos dirigimos de nuevo al box y comenzamos a preparar a mi yegua para la monta. Él, como buen profesor, me explica que todo proceso de aprendizaje para ser jinete empieza por saber preparar el caballo y prosigue deteniéndose en todos los pasos a ejecutar para ello. Yo me quedo escuchándole, con cara de tonta creo, e interviniendo en el proceso cada vez que me lo indica.
Vamos paseando con Furia hasta llegar a la pista de doma. Hasta ahora hemos conversado de cosas referentes al mundo del caballo y a su picadero. Me he enterado que él es el dueño; digo yo que será mejor que mi profesor sea el dueño ya que tendrá muchos más conocimientos y experiencia que los demás profesores.
- Bueno señorita, ha llegado la hora - me dice con cierto retintín, y yo me siento algo ridícula mientras que me pongo los guantes y el casco sin quitarme ojo de encima en todo momento - Si está preparada suba al caballo por este lado.
Intento disimular la tensión contenida en mi interior y pongo el pie derecho en el estribo con la intención de subir al animal. Es complicado, esta yegua es bastante alta y no soy capaz de tomar el impulso suficiente para levantar mi cuerpo.
- Jumm...No empezamos muy bien señorita. Yo la ayudo - dice mientras que se dispone a levantarme hacia arriba poniendo sus manos en mi culo- Bonito trasero, espero que no le duela después de la clase de hoy.
Yo me ruborizo e intento concentrarme en coger las riendas adecuadamente. Él me indica la posición correcta encima del caballo y me da las instrucciones básicas de manejo.
- Muy bien, si ya tiene clara la teoría, comencemos con la práctica - me dice todo lo profesional que puede y engancha una cuerda al bocado de mi caballo.
Retrocede unos metros y, con otra fusta más larga en la otra mano, hace que el caballo se empiece a mover en círculos sobre él.
- Vamos a comenzar por ver el porte que tiene encima de un caballo - dice sin dejar que el caballo se pare.
Estoy nerviosa, por fin estoy aprendiendo aunque esto no se le pueda llamar montar a caballo. Mientras que vamos al paso, yo sólo intento mantenerme en la postura correcta, con las manos y las piernas en su sitio. Le estoy cogiendo el tranquillo.
- No la veo muy mal la verdad. Vamos a probar con un poco de más intensidad - le hace una señal al caballo y éste empieza a trotar - ¿Está cómoda? No ha dicho nada desde que subió al caballo.
¿Cómo quieres que diga algo? Me he quedado muda después del sutil contacto con mi trasero e intento no caerme. Tengo que responder.
- Simplemente estoy concentrada. Quiero aprender a montar bien desde el principio.
Pasa unos minutos y yo sigo aguantando como puedo el equilibro mientras que el caballo no ha dejado de trotar. No he querido ni mirar a mi profesor, mejor, menos distracción.
- Trota bastante bien señorita, me gustaría saber si todo lo hace así de bien - me dice manteniendo en su cara una especie de sonrisilla.
No puede ser, este tío cada vez me pone más. Me tiene totalmente despistada con las cosas que me dice. Siento como me ruborizo e intento obviarlo, pero mi creciente calentura acompañada del incesante movimiento del caballo hace que me sienta mojada.
- ¿Le ocurre algo? - me dice. ¿Cómo nota lo que me pasa? - Creo que vamos a parar - y le hace un gesto a mi yegua haciendo que se pare con suavidad.
Yo estoy petrificada, encima de la montura, totalmente tensa.
- Bájese, esta vez no la tocaré - y yo hago lo que me dice.
Me bajo del caballo con una torpeza espantosa a la vez que intento que no se me enganche el pie con el estribo.
- Dígame, ¿tiene algo que contarme? - y yo hago un gesto de negación con la cabeza - No entiendo que le pasa, se le da bastante bien.
Sin decir palabra, llevamos a la yegua a su box y le quitamos todos los arreos. Parece tan despreocupada, ojalá me sintiera así.
- Espéreme en la entrada, yo recojo esto - me dice con dulzura.
Hago lo que me dice y me dirijo a la entrada de la cuadra mientras él se dirige al guadarnés.
- Listo. Creo que deberíamos charlar. Cuénteme lo que necesite.
- Yo... Realmente no sé la razón de porqué estoy así. Me sentía muy bien encima del caballo pero usted... - mierda me he callado.
- Usted... ¿Qué? - me murmura mientras que se acerca más y más a mi boca. - Es realmente bella señorita. Un ejemplar magnífico.
¿Ejemplar? Creo que este hombre tiene unos planes muy concretos para mí, eso me debería de preocupar, pero la verdad, me gusta.
Ahora me coge por la cintura y me pega a él. Mi corazón cada vez se acelera más. Me encuentro en un picadero magnífico, rodeada de caballos mayoritariamente  y con un hombre sediento que me pone a cien. No sé cómo va a acabar esto...
- No aguanto más - susurra y me empieza a comer la boca con gran pasión.
Noto su lengua que se adentra entre mis labios mientras me toma en sus brazos. No quiero ni pensar lo que provoco en este hombre, pero sea lo que sea me gusta. Es como si toda la tensión que ha contenido desde que me conoció la expulsase ahora a modo de besos apasionados. Entonces se detiene y mira a los lados. Estamos solos, eso está claro, pero no creo que busque eso...
Ahora me mira, me coge en brazos de manera que mis piernas quedan abiertas y me deposita encima de un montón de paja apilada. No me lo creo, este hombre quiere follarme.
- Quítese los pantalones señorita, pero me haría un gran favor si se quedase con las botas.
Yo, totalmente sumisa, hago lo que me pide. Me despojo de los pantalones y vuelvo a calzar las botas.
- Está muy sexy. Llevo cachondo desde que entró en el despacho y no doy crédito de lo afortunado que soy - se dirige a mí con tono un tanto vicioso.
Estoy atónita y muy, muy caliente. Coge la fusta que me había prestado y comienza a acariciarme la cara, baja por el cuello y me da suaves toquecitos en los pezones. Es entonces cuando se abalanza sobre mí, me abre la camisa y empieza a embestirme con gran dureza. Es algo mayor que yo, lleva una camisa de cuadros bastante campestre y se ha bajado los pantalones hasta las rodillas. Él también calza unas botas de montar, está bastante sexy la verdad. Su forma de follarme, tan dura e inesperada, hace que mi vientre, y todo mi ser, acompañe los movimientos de su miembro.
De repente se queda inmóvil. ¿Por qué ha parado?
- Eres una yegua muy dócil, date la vuelta para que pueda montarte.
Mi cara es un poema. Este hombre sabe como excitarme y lo consigue sin duda. Giro sobre mí misma y me pongo a cuatro patas. Él se relame y empieza a entrar y a salir de mí de una forma más brusca que antes. Me tiene cogida por las caderas, lo que le ayuda a alejarme y a acercarme a su erección mientras me folla. Entonces con una mano me agarra del pelo y hace que mi cabeza se eche hacia atrás. Esta situación, esta postura hace que lubrique mucho más, y él se percata de esto.
- Oh señorita, o debería decir puta - ¿puta?, me gusta, en estos momentos me gusta que me llame así.
Deja de agarrarme de las caderas y ahora empieza a manipular mis senos. Estos cuelgan de mi cuerpo y se mueven al ritmo de la follada. Juega con ambos pezones y los retuerce. Me encanta que juegue con mis mamas a la vez que me folla.
- Arre - grita mientras coge la fusta, ya no me acordaba de la fusta, y me da unos azotes en las nalgas - Vamos nena, sé que esto te pone - y vuelve a dar otros azotes.
Deja la fusta, el ritmo al que me toma es más y más intenso y gimo fuerte. Este hombre me tiene como suya, sin duda. Es el semental que monta a una pobre yegua. Este último pensamiento me proporciona el morbo preciso que hace que tenga un orgasmo agotador.
Mi cuerpo vence a su forma de follar y se desploma en la paja. Él continúa saliendo y entrando de mí, a pesar de que no soy capaz de moverme ni un poco. Estoy perdida, rendida a los pies de un hombre duro que me tiene casi secuestrada en su deseo. Es cuando pega un grito desgarrador y se corre dentro de mí.
Mientras se derrumba a mi lado, hace que me ponga boca arriba con gran habilidad. Y ahí estamos, tumbados en la paja rodeados de caballos y demás bestias. Entonces me mira fijamente y sonríe. ¿Querrá más?"
Srta. Evenstar

Comentarios

  1. Genial. Sencillamente genial. Espero la siguiente entrada suya ;-)

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  2. No se porque, pero tengo unas increíbles y sucias ganas de montarte Srta. Evenstar....

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  3. ten cuidado con lo que deseas querido amante, que a lo mejor acabas siendo tú el montado. besos amor

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  4. uuuuffffff! la verdad es q te pone al 100%

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  5. eso pretendemos cielo!! nos alegramos de que os causen sensaciones indescriptibles. un beso

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